Con la presencia de numerosas familias que abarrotaron la sala de CaixaForum se realizó esta nueva actividad de Créixer Junts.
La mesa, que estuvo representada por distintos tipos de familias, monoparentales, matrimonios con hijos anteriores a la adopción y sin hijos, puso de manifiesto que la adopción es un modo particular de acceder a la paternidad/maternidad, igualmente creativo y gratificante.
Cada uno de los integrantes de la mesa en su participación señaló que el amor, la dedicación, las palabras y el afecto cotidiano, ayudan a construir la relación paterno/filial sobre la base de una vinculación serena, cada vez más estable y confiable. Que la familia así construida es el espacio de sustentación adecuado para que los niños puedan irse adaptando “sin prisas” pero con un creciente sentido de familia.
La madre que habló en primer término, tenía una hija biológica de 9 años y había adoptado hacía ahora aproximadamente un año, una niña que no había cumplido aún dos años.
Ella ha explicado, emocionada y muy tiernamente, que estos niños son temerosos de mostrarse tal cual son. Por lo tanto, el esfuerzo primero de los padres es avanzar, al inicio de la convivencia, e ir más allá del deseo de agradar a sus padres que muestran estos niños, por el intenso miedo al rechazo.
Que el esfuerzo que hay que realizar como padres, está en descubrir su fondo más propio, el que está muy escondido, porque es ahí donde ocultan su sensibilidad y recursos más personales que no se atreven a enseñar. En su caso, para que ello ocurriera, fue necesario estar mucho tiempo con su hija, escucharla, acariciarla, cuidarla, jugar y hacer cosas juntas. Que ambas disfrutaron así, se conocieron y la pequeña pudo comenzar a confiar un poquito más en ella. Al mismo tiempo fue observando como la niña se iba abriendo cada vez más. Todo el tiempo que le dedica, tanto cuando la ayuda a escoger su ropa, como a estar juntas o pasear, siente que su hija se lo ha recompensado con creces, por todo el afecto y la alegría que le ha dado y le da constantemente.
Es una niña muy cariñosa y sensible a las muestras de afecto. Busca el contacto permanentemente, la mirada de su madre, de las personas estables que la quieren y cuando pudo vencer el miedo a mirar a los ojos y sostener la mirada sin sometimiento (a diferencia de la evitación de la mirada tan frecuente al inicio) sintió que se iban encontrando y que su hija ya empezaba a confiar más en ella. En su caso, remarcó la madre, fue muy importante que su hija mayor, que la acompañó en todo momento al igual que su familia en los viajes, aceptara abiertamente y desde el principio a su hermanita. Ella le habla en su lengua materna, el alemán, y cada vez más nota el acercamiento y la comprensión de su hija. Está satisfecha de la familia que ha formado y muy contenta con la decisión de haber adoptado a su hijita pequeña.
Aunque la capacidad de lenguaje con los niños al inicio es muy rudimentaria, todas las familias de la mesa comentaron que habían podido hacerlo con otro lenguaje, más universal y primario, como es el del afecto. El idioma del cariño, de las emociones, un tono al hablar suave y dulce, ha funcionado muy bien, junto a algunas palabras que aprendieron en la lengua de los hijos.
También incidieron en las dificultades del inicio de la convivencia, que todos señalaron que es el momento que comienza el proceso de adopción para el niño/a: la impulsividad que presentan, en parte debido a la incertidumbre que sienten y a su miedo al cambio, las dificultades con la alimentación, el sueño, el comportamiento, etc. Todos los padres de la mesa señalaron la rapidez con que los niños aprenden, se refirieron a ellos como “esponjas” que absorben todo lo que les dicen y que tienen una gran capacidad de adaptación y por supuesto, también coincidieron en que, si los adultos tuvieran que hacer ese esfuerzo, no lo lograrían tan rápido como ellos y por lo tanto se trata de tener menos exigencias y más paciencia.
Dado que algunos padres habían adoptado en Polonia y otros en Rusia, se habló también de las diferencias en el proceso de acoplamiento y en los modos del procedimiento adoptivo.
Concretamente, la familia que se refirió a ese país, que fue la segunda en intervenir, como habían hecho el acoplamiento y al final de éste fue el juicio, pudo vivir los primeros días de convivencia con los niños en Polonia. Es decir, el nacimiento a la familia, la parte más difícil, porque es la del desconocimiento mutuo, se realizó en el país de origen de los niños. Contaron diversas anécdotas pasadas de situaciones de hostilidad, altercados y dificultades de diferente intensidad, con bastante humor y los recursos psicológicos afrontados para superarlos. Explicaron que fue una convivencia complicada al inicio, pero que ahora, dos años más tarde, los sienten tan suyos que están enormemente felices de ser sus padres.
Al conocer a los menores, tuvieron claro que era una decisión para toda la vida, dando el primer paso importante en el establecimiento de las bases de seguridad para construir la relación paterno-filial. Y esa fue la apuesta decidida y firme que tomaron en Polonia.
Paulatinamente aprendieron a conocerse, a quererse mutuamente y a unirse. Con el paso del tiempo, los niños fueron contando retales difíciles y experiencias de su vida anterior.
Ambos miembros de la pareja manifestaron que hablan con libertad de Polonia con sus hijos, que han vuelto a Varsovia con ellos y que éstos comentan con sus padres sus buenas y malas experiencias vividas en su país de origen. Esta tarea tan gratificante con sus dos hijos, la siguen construyendo día a día y está cada vez más consolidada y unida.
La madre, con mucha calma y emoción, fue desgranando el afecto incondicional, el tiempo y la dedicación, la tolerancia y el entendimiento ante las dificultades que se han ido desplegando y superando en estos años, actuando con cariño cuando hacían cosas que no eran adecuadas en la escuela o en el medio familiar. Todo lo ocurrido con sus conductas fue reconducido con cariño y sin dramatizar. Aludió al acuerdo que habían hecho con el centro escolar para establecer un programa adaptado que fuera aumentando progresivamente sus exigencias y que los niños iban respondiendo cada vez mejor y ahora, dos años después, estaban más integrados tanto en el aprendizaje como en la sociabilidad en el ámbito escolar.
La madre señaló que sería muy útil que en las escuelas hubiera personal especializado en este tipo de niños que han venido de otro país en adopción, con otra lengua de origen, porque piensan que sería necesario para padres, maestros y en especial, en beneficio de todos los niños.
Personalmente quisiera agregar que sería conveniente porque en general se compara la situación de estos niños con la de los inmigrantes y no se parecen en absoluto. El niño adoptado se estrena a la familia y a todo lo diferente que hay en Cataluña respecto de su país de origen. También estrena padres. En cambio el niño inmigrante ha venido con sus padres y tiene que hacer un proceso de adaptación al país y a la lengua, pero en su casa mantiene la continuidad del vínculo que tenía antes de la emigración. Son sus padres de siempre, con los que ha convivido y aunque haya pasado por situaciones difíciles y/o separaciones, pobreza y demás realidades incluso tremendas, guarda diferencias.
Quiero remarcar que, en todos los presentes en la mesa, hubo coincidencias en señalar la capacidad afectiva que traen estos niños, como si supieran con todo su ser, que lo importante y necesario para todo niño es sentirse querido y reconocido por sus padres.
A continuación, habló el matrimonio que ya tenía dos hijos y adoptó otro en Rusia, que contaba en ese momento cinco años. Era el niño adoptado que llevaba más tiempo aquí, cuatro años.
Coincidieron nuevamente con los participantes que les precedieron en el uso de la palabra, señalando que el proceso subjetivo de adopción de un hijo no se hace de un día para el otro y que, en coincidencia con la familia que habló de la escuela y la necesidad que esta adapte sus exigencias, programas y aceptación de forma racional, ellos también encontraban que no se atiende adecuadamente en los colegios a la diversidad cultural, ya que habían vivido en ocasiones una falta de comprensión, de empatía y falta de herramientas pedagógicas para abordar la entrada escolar de niños adoptados y entender sus dificultades en el área del aprendizaje y/o la sociabilidad.
Se refirieron también a la necesidad de hablar con ellos de su origen, de su país, sus costumbres y hacerlo positivamente para que se sientan orgullosos del comienzo de su vida. Responder a sus preguntas e inquietudes y tratarlos como a sus otros hijos, con autonomía y libertad, pero sin sobreprotegerlos.
El orgullo de haber visto el esfuerzo de adaptación que ha hecho su hijo, los logros obtenidos, el inicio escolar difícil que ha tenido que soportar por los retrasos madurativos que traía como consecuencia de la institucionalización y el desconocimiento de la lengua, como lo ha expresado tan claramente su madre, les permite hoy decir con orgullo, varios años después, que su hijo ha demostrado ser un niño inteligente, que poco a poco ha logrado mejores cualificaciones, que es sociable y que todo ello lo ha hecho con un afán de superación, con la fuerza de sus padres apoyándolo, estando a su lado, ayudándolo y que realmente es un “superviviente” y un “luchador” del que están muy orgullosos.
La madre también pudo reconocer que lo ha tratado tal vez con mucha exigencia para que sea tan exitoso como sus hermanos y hoy día, no sin celos, como en cualquier familia, sus hermanos lo han aceptado y lo quieren.
Finalmente habló la última familia, un monoparental masculino que había adoptado sus dos hijos en Rusia. Explicó que es padre de un niño que actualmente tiene 9 años y de otro de 6 que lleva en Cataluña dos años. El padre incidió en que las dificultades están más del lado de los adultos que de los niños. Indicó al público que los escuchaba que son ellos los que tienen más miedo a la comunicación por el desconocimiento del idioma, pero que los niños entienden al poco tiempo lo que uno les dice. Él manifestó que les dedica mucho tiempo y cariño, pues los niños lo demandan, lo necesitan y así lo expresan. Incidió en los celos entre los hermanos y los deseos de exclusividad de cada uno, la ayuda de la familia y los amigos y en especial lo contento y orgulloso que estaba de sus dos hijos.
Habló también de las dificultades surgidas en el primer tiempo de la convivencia con cada uno de ellos, la vivencia del segundo hijo por parte de su hijo mayor y la vivencia personal de no poder dedicar tiempo exclusivo al segundo, como en su día lo había hecho con el mayor. A pesar de ello, destacó la satisfacción de haber ido superando esas dificultades e incidió nuevamente en la necesidad de no negar la identidad de origen, ni borrar el pasado. También se refirió al apoyo de los abuelos y demás familia, del cariño con que sus hijos fueron aceptados por todos y señaló que quienes se quedan con ellos cuando él tiene que trabajar por la noche son sus abuelos, a quienes sus hijos adoran.
Como conclusión de la mesa, me gustaría añadir que han sido un reflejo de las capacidades parentales de nuestras familias adoptivas quienes con cariño, inteligencia y dedicación, han comprendido que siempre hay que escuchar a los hijos, entender sus dificultades, ayudarlos a superarlas, estar a su lado para todo lo que necesiten y buscar ayuda especializada cuando sus hijos lo requieran y/o sientan que como padres, no puedan ayudarlos a superarlas.
Como señalaron en la mesa, la paternidad/maternidad es un camino largo, en el que se viven diferentes momentos. Aludiendo metafóricamente a ella, sería equiparable a una navegación, pues también en una travesía se puede presentar marejada, tormenta, algunas veces viento suave y otras veces mar en calma, pero siempre la meta es la llegada a buen puerto. No se puede dirigir el viento, pero si las velas.
Al igual que incidimos en que cada niño es diferente y único, hemos de mencionar que cada una de estas familias es también distinta y que los niños por ellos adoptados también llevan distinto tiempo en la familia. Sin embargo, todos han relatado como han construido las bases del funcionamiento familiar y ha habido coincidencias en los factores de protección parentales que son los que mejor permiten la recuperación física y psíquica de los hijos. También hemos podido comprobar como poco a poco, las familias se han integrado y sus hijos se sienten cada vez más, hijos muy queridos.
Lda. Beatriz Salzberg
Psicóloga especialista en clínica / Psicoanalista
Directora del Área Psicosocial de Créixer Junts