Hasta hace bien poco, la verdad coincidía más o menos con la realidad, o, en el peor de los casos nos llegaba con los matices con los que los vencedores adornaban su propia versión de la Historia. Así, hemos sido educados bajo una sola verdad: La que los poderosos de turno iban moldeando y divulgando, pero en la que de alguna forma y en algún momento todos habíamos participado, por pequeño e insignificante que fuera nuestro papel.
Pero a partir de la segunda mitad del siglo XX, con el desarrollo global de los medios de comunicación y a pesar de haber avanzado enormemente, vivimos ahora repartidos entre dos tipos de realidades que son, muy a menudo, diferentes: la verdadera y la creada por los diferentes medios. Lo que en un principio parecía una amplia democratización de la verdad, supuso en realidad la reducción de nuestro papel al de meros espectadores pasivos de un show mediático permanente.
A pesar de las innegables ventajas que concede el acceso a una amplia información, la paradoja y el evidente peligro al que estamos sometidos es el de conocer solo la verdad o la realidad creada y recreada por los medios. Lo que deviene verdaderamente trascendente es la difusión de hechos vendibles y el fabricar protagonismos, adhesiones y espectáculos. No el ir a las fuentes, a los fundamentos, a la verdad contrastada, al análisis riguroso y al método.
Porque la verdad se fabrica convirtiéndose en realidad y además, cuanto más global, más vendible por ser esta más creíble. Todo lo cual, devalúa, en última instancia, la verdadera esencia de la libertad de pensamiento al magnificarse hechos irrelevantes o reducir, o incluso omitir, realidades transcendentales por significar una insuficiente aportación al circo mediático.
Con la desaparición de las grandes ideologías disminuye también el afán decididamente político de moldear la verdad. O al menos, es menos evidente que antaño. Pero esto tampoco se corresponde con un aumento de los valores democráticos ni de la dificultad añadida que supone manipular una sociedad cada vez mejor informada. No obstante, resulta que los más influyentes grupos mediáticos tampoco están ya preocupados por transmitir "valores" en grandes dosis. Se conforman con ofrecernos noticias vendibles y de no verse desbancados por la competencia en su feroz lucha por la audiencia. Por eso nos seleccionan y nos omiten información.
Por supuesto siguen habiendo intereses partidistas, grandes grupos de presión que están detrás de la difusión de las noticias-verdades-realidad. Pero en realidad les basta con dejar fluir a una verdad incompleta, previamente seleccionada por criterios mediáticos, repleta de "sucesos” de marcado carácter localista y de escaso interés general, en detrimento de los “hechos” de consecuencias y relevancia verdaderamente universales o trascendentales. Se nos satura así premeditadamente con un exceso de información inútil, provocándonos unas ansias casi adictivas de consumirla y de, valga la redundancia, creer en su credibilidad.
Se deja así el campo libre para que aquellos que de verdad mueven los hilos de la realidad puedan seguir, en silencio, con sus tradicionales actividades, amparados en el anonimato y la impunidad que proporciona este tipo de cobertura informativa: Los medios han cambiado, pero los fines y los verdaderos protagonistas no.
Esta práctica permanente de ejercer la “mentira por omisión” crea un universo mediático de credibilidad devaluada que nos va situando en un marco de indefensión al eximirnos de seleccionar y contrastar la información y lo que es peor, en algunas ocasiones, -más de las deseables-, de reflexionar sobre si hemos recibido todos les elementos necesarios para poder evaluarla con la perspectiva correcta.
Pero tranquilos… Todos, en mayor o menor medida, caemos en la trampa que nos impide ver con total claridad. Cabría añadir que todo esto no es más que una tendencia, aunque cada vez más perceptible, eso sí. Seamos positivos y pensemos que todavía este contexto mediático deja aun suficiente espacio a otras visiones más libres, completas y menos "contaminadas" de la realidad. Porque, a pesar de todo, hoy en día cada vez hay más gente que cree que hay que fomentar el derecho que tenemos todos a recuperar la visión completa de la realidad tal como nos invita Saramago a abrir bien los ojos frente a su muy particular epidemia de ceguera en su “Ensayo sobre la ceguera”, publicada en el ya lejano 1995.
En esta línea, una vez inmersos en pleno siglo XXI y gracias a las nuevas tecnologías, la sociedad civil va ocupando mediáticamente emplazamientos propios al que antes ocupaban grandes intereses e imperios económicos. Se ofrecen oportunidades insospechadas de intercomunicación que van desplazando a las tradicionales medio-verdades mediáticas. Se aprecia asimismo una clara tendencia de ir "democratizando" y popularizando los agentes de información ya que cualquiera puede ser emisor planetario de su propia verdad. Volvemos a recuperar como individuos parte del protagonismo que perdimos con la llegada de la comunicación global hace unas pocas décadas. Se constituyen de esta forma las nuevas redes sociales que son ya las verdaderas transmisoras de la nueva realidad como casi exclusiva forma operativa de comunicación de las nuevas generaciones. Dan cabida asimismo a una multitud de participaciones ciudadanas y dan voz a la multiculturalidad, al descontento, a ágiles consignas políticas y a la denuncia colectiva. Son, sin duda alguna, una nueva forma de participación ciudadana que está reconfigurando la sociedad contemporánea. Hasta el punto que muchos teóricos de la Sociología de la Comunicación ya la llaman la era de la "Hipermodernidad".
Todo parece ser ventajoso en esta Hipermodernidad. Sin embargo, debemos de admitir que esta accesibilidad casi infinita de información y todos esos feed-back permanentes carecen, por regla general, de un cierto orden, rigor y un método de análisis de la realidad. Con todo lo cual este ingente volumen de información disponible se ve convertido en un fenómeno parecido al que hace que “los árboles no dejen ver el bosque": La pérdida de perspectiva y de la credibilidad y objetividad que le vienen asociadas. A lo que cabrían añadir otros dos peligros que conlleva esta falta de visión de conjunto:
El primero sería que en esta nueva era, al contrario de la anterior, el posicionamiento social no vendría ya marcado por el derecho a poseer información, sino formación para digerirla adecuadamente. Y ese es otro cantar. En esta tendencia hemos progresado mucho, pero aún falta mucho más.
Porque, y este sería el segundo peligro, las nuevas redes sociales están disociando los valores y conocimientos que tradicionalmente han configurado nuestra sociedad de los nuevos o "hipermodernos", por el simple efecto de lo que se viene denominando la Regla del Tercer Grado: Hoy en día puede tener más influencia sobre cualquier individuo las opiniones del amigo del amigo del amigo con el cual chatea un intercambio de fugaces opiniones en facebook o twitter, que un Platón o un Confucio sobre los que descansan milenios de saber y civilización. La cosa no es baladí, lo advierto. No se trata de otra manifestación histórica más de la dialéctica entre la tradición y el progreso, porque la solvencia de esta nueva credibilidad hipermoderna puede llevarnos a otra dimensión de impredecibles resultados...
Como es obvio, nuestro pequeño mundo de las adopciones no ha permanecido al margen de este nuevo marco de comunicación global y nuevas tecnologías propias a la "Hipermodernidad". La información sobre sus procesos y sus novedades se van distribuyendo en el espacio digital. Esta misma página web sería un ejemplo en donde una ECAI manda su información y divulga sus mensajes. Pero en donde más han cambiado las cosas es con la irrupción masiva de los llamados foros que se han prodigado exponencialmente en los últimos años.
En ellos hay de todo. En general los foros de las familias adoptantes pueden ser considerados como un magnifico vehículo de expresión de los profundos anhelos y ansias por las que pasan transitoriamente todas aquellas familias que están inmersas en el complicado proceso de adoptar. En donde pueden expresar y compartir esa idea de que solo les comprenden aquellos que estén pasando simultáneamente por su misma situación. Los más asiduos a los foros incluso pueden llegar a caer en un sentimiento de fortísima cohesión grupal con los demás participes con los que comparten emociones y adversidades comunes que les conducen a agruparse en un pequeño universo en donde casi todo se tiende a magnificar, lleno de alianzas, pactos y confidencias. Y en los que podemos observar como, por regla general, una vez su hijo adoptivo está ya en casa, decaen rápidamente estas ansias de hacer públicas sus manifestaciones y sentimientos más íntimos.
Por supuesto son también un buen medio para averiguar, fuera de los cauces oficiales, el resultado de un país o incluso el de "puntuar" la actuación de una ECAI en concreto. También para conocer a las demás familias adoptantes; su situación del expediente, intercambiar información útil con ellos, etc. Son, innegablemente, un excelente transmisor de todo tipo de información. Sea esta buena, mala o regular, verdadera o falsa. Creíble o increíble, objetiva o tendenciosa.
Por lo general, salvando aquellos que tienen una decidida vocación de protagonismo público o simple y legítimo afán participativo, la adhesión activa a alguno de estos foros puede venir motivada por la irrupción de algún contratiempo en su proceso adoptivo y claro está, este se expone de forma crítica, con o sin justificación. Es normal. Aun así yo haría una llamada para que estos posibles descontentos que se manifiestan en algunos foros sean encauzados más positivamente mediante la comunicación, el diálogo y el análisis compartido con los agentes intervinientes. Y que eviten deliberadamente transmitir a los demás "aforados" un panorama cuanto menos pesimista al magnificar sus críticas mediante la simple transposición de situaciones personales, a veces algo sesgadas e incluso, otras muchas, hasta únicas o irrepetibles.
Hemos observado también que no pocas veces esta falta de perspectiva, de profundizar los temas, ese alejamiento de la búsqueda de la veracidad, de querer considerar normal lo que no es más que un hecho aislado, e incluso la innegable adicción que se producen en algunos casos puedan contrarrestar los beneficios de la información que se recibe y entre todos ellos llevar a un aumento real del nivel de las angustias y a hipersensibilizar y a dramatizar en exceso las emociones y las incertidumbres, ya de por si lo suficientemente notables en cualquier proceso adoptivo. Por lo que os invito a ser prudentes a la hora de enchufarse a ellos. Porque los foros pueden convertirse en canales emocionales de alto voltaje que además de informar, a veces también pueden llegar a desasosegar en extremo y hasta electrocutar. Es lógico, puesto que el formato y el medio en sí mismos te inducen, sin quererlo, a pretender convertir en general algo que es de por sí concreto. A transformar una información quizás excepcional, en una supuesta norma que afectará decididamente a todos los procesos adoptivos siguientes. Y aunque todos seamos capaces de racionalizar esto, tampoco es evidente el poder percibirlo de inmediato en la pantalla.
En realidad estoy convencido que la cada vez mayor aceptación y difusión de los foros son un fenómeno hoy por hoy irreversible y de indudables valores y ventajas, usados siempre en dosis adecuadas. Pero sobre todo, también estoy convencido de que las familias adoptantes que se hayan merecido su Certificado de Idoneidad tienen definido un proyecto adoptivo lo suficientemente serio y maduro para no proceder de otra forma que no sean con la prevención y la cautela para evaluar la credibilidad de toda la información que les cae gratis de la red. También para evitar caer tanto en la euforia como el desaliento exacerbados que muchos de estos foros transmiten. Así como para no intervenir en ellos por sistema y abusando gratuitamente de la crítica ante alguna adversidad sobrevenida de las muchas de las que cualquier otro adoptante se encuentra en su camino.
El problema tampoco radica en la rapidez con la que la información se divulga y se hace "realidad/verdad en un foro, sea esta veraz, falsa o tendenciosa. Ni en la fuerte carga crítica con la que normalmente viene y se sobredimensiona la información. Tampoco en la facilidad con la que una emoción personal o un suceso aislado se convierten en todo un sistema, criticando así la mayor, es decir, a todo un conjunto de procesos y actuaciones que durante años se han venido haciendo con toda normalidad y eficiencia pero, que como tales, no han tenido ni el morbo mediático suficiente ni padrinos para merecer ser colgados en algún foro.
Confieso que en realidad nada de esto me preocupa demasiado, porque creo firmemente en tres cosas: Primero, porque considero que los foros de adoptantes son un canal perfectamente legítimo de intercomunicación entre aquellos que comparten un proyecto adoptivo aunque creo que, caso de darse en ellos intervenciones de otros grupos de interés estos deberían identificarse previamente. Segundo, y aquí reitero que también quiero seguir creyendo en la sensatez general que se le presupone a todo aquel que acomete una tan difícil prueba como es la adopción internacional para evaluar y cuestionar con la suficiente visión prevenida la supuesta objetividad y credibilidad de determinadas intervenciones que se pueden encontrar en un foro de adoptantes. Y tercero y fundamental, porque un trabajo bien hecho acalla las posibles críticas y vuelve hacer coincidir la verdad mediática con la verdad a secas confiriéndole el mayor grado de credibilidad posible. Ya saben, hechos son amores.
Sin embargo no puedo concluir estas reflexiones sin advertir también que hemos venido observando cómo, últimamente, hay toda una campaña orquestada y, si me permiten la expresión, desaforada, sumergiéndose en el anonimato de los foros de adoptantes, -cuyos autores, obviamente, no lo son-, cuyo fin es intentar desprestigiar la labor del conjunto de las ECAIS, cuestionando incluso la razón de ser y la conveniencia de su existencia. Me consta que estas intervenciones mediáticas no proceden de padres adoptivos sino de aquellos ámbitos organizados, aunque cada vez más marginales,- y que por caridad cristiana no voy a nombrar-, que antaño vivían de la adopción por libre y que ahora se refugian a hurtadillas en los foros de padres adoptantes para intentar recuperar un espacio que, por sus trayectorias y proceder, han ido perdiendo en España y fuera de ella.
Una vez recuperados de esta ardua lectura, les animo a que se den un paseo por todos los foros, eso sí con moderación, reflexionen sobre lo aquí expuesto y piensen tranquilamente si tengo razón o no. Gracias.
Mayo 2011.
Fernando Diago