martes, 2 de junio de 2015

Reflexiones en torno a lo que circula en nuestro medio sobre los niños adoptados


Llevo tiempo viendo artículos en prensa o televisión sobre niños adoptados, con los que pocas veces coincido con el enfoque o sus conclusiones. Los puntos de vista más mesurados, ponderados y abiertos han sido minoritarios. Es por ello que me he decidido a relatar nuestra experiencia trabajando con familias adoptivas en preparación y Post-adopción.
 
Pocas veces se escribe sobre la superación de sus traumas primarios y el papel de las familias como agentes reparadores. Por eso me he decidido a transmitir, lo que en nuestra experiencia, es una visión más próxima a la realidad de los niños adoptados. También se usa comúnmente la coletilla de la “mochila de los niños”, transmitiendo con ello la idea de que en ella portan problemas médicos y psicológicos muy serios y difíciles de superar, atribuyendo a esta mochila la totalidad de las dificultades que pueden aparecer en un niño adoptado. Por el contrario, una concepción más amplia, entiende que todo niño que entra en adopción, se encuentra con una familia. En el logro de esa confluencia se hallan tanto las capacidades parentales, como las secuelas de los traumas físicos y psíquicos tempranos de los niños. De modo  que, a la “mochila de los niños” habría que agregar las “mochilas de los padres” porque también ellas pueden impedir una buena adopción. Sin embargo, en general, en la difusión periodística y por parte de no pocos profesionales, se alude casi en exclusiva a “la mochila de los niños”.  
 
A todo ello, últimamente se agrega que los menores procedentes de los países del “Este de Europa” traen SAF (¿Todos?), aunque la realidad de nuestro entorno de niños adoptados muestra una variabilidad y unos logros escolares, sociales, musicales y deportivos que desmienten una información tan generalizada y pesimista. Al SAF de inicio se le agrega el TDAH. Este último diagnóstico está por cierto muy cuestionado por una amplia mayoría de profesionales de la salud mental de nuestro país, del entorno europeo y de América, por lo que tendremos que reflexionar sobre esta aparente relación de causa efecto que se ha establecido entre SAF y TDAH. Por otra parte, la Generalitat de Cataluña señaló también que hay que proceder con todo rigor al análisis y tratamiento de niños con este diagnóstico. Pareciera que hoy día no hubiera otra patología en la infancia más allá del discutido TDAH. Esta patología se ha convertido casi en una “epidemia diagnóstica”, a la que se agregan también cantidad de niños no adoptados. Se habla de él como si hubiera evidencias neurológicas y fuera incontestable, cuando el conocimiento científico puede y debe ser cuestionado, superado y de ningún modo dogmatizado. Además, se prescribe medicación para aminorar sus efectos, cuyas consecuencias secundarias casi ni se mencionan.
 
Somos muchos los profesionales de la salud mental que no estamos a favor de medicalizar a la infancia de este modo, ni de que se hagan diagnósticos que más que entender al síntoma como una señal de un trastorno intrapsíquico, un mensaje cifrado que tiene relación con  la vida del niño, en el contexto de su vida familiar, social y escolar, se trate sólo al síntoma y no se considere su significado, su sentido de enigma. Es verdad que el SAF está presente en numerosos niños, no sólo institucionalizados, sino en una mayoría de aquelloss  que proceden de hogares con padres alcohólicos, tanto en nuestro país como en otros, con distinta incidencia. No quiero discutir este diagnóstico, sólo su ineludible presencia en los niños que provienen de “países del este” y su utilización hipertrofiada para explicar todo lo que le sucede a esos niños: problemas de conducta, aprendizaje, distracción, dificultades de sociabilidad... El SAF está presente en muchos niños institucionalizados, pero no en todos. Algunos estudios hablan de que, por ejemplo en Rusia, el porcentaje de niños de orfanato afectados por SAF es del 30%. De ese 30% no todos son adoptables, pues no todos los niños de orfanato estén en condiciones de adoptabilidad.
 
Como he mencionado con anterioridad, una segunda tendencia actual es la de  relacionar directamente la Hiperactividad con el SAF y explicar a través de ellos de forma última y totalizadora todos los problemas que puedan presentar los niños adoptados. No queremos quedarnos con una definición tan reduccionista, parcial y poco matizada de cada niño en particular.
 
Desde el inicio de nuestra actividad, entendimos que la salud de los niños era un tema fundamental a considerar en toda su importancia. En todos los casos, aconsejamos a las familias la visita pediátrica pre-adoptiva. Es por ello que en las distintas CC.AA. con las que trabajamos contamos con la colaboración de médicos pediatras que nos asesoran y que están especializados en la atención de niños adoptados. Justamente lo hacemos para que cada familia tenga la mayor información y pueda decidir con más elementos de juicio y con un asesoramiento profesional adecuado.
 
Nos parece importante también señalar que tenemos una concepción bio-psico-social de la salud de los menores institucionalizados y analizamos sus historiales teniendo en cuenta factores médicos, psicológicos y sociales: embarazos sin control médico, con poco cuidado por su gestación, que transcurren en muchas ocasiones con tóxicos, condiciones sociales poco propicias, situaciones en los niños de mucha carencia que provocan “deprivación emocional”, depresiones, trastornos psicosomáticos etc. Pequeños que han estado institucionalizados, que han pasado por dos o tres Casas Cunas, con lazos afectivos muy precarios, que se rompen, sueltan… por tanto, con separaciones y pérdidas reiteradas en sus cortas vidas.
 
Ya desde su creación la OMS considera que: “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades”. Preámbulo de la Constitución de la OMS celebrada en NY en 1946.
 
La consulta pre-adoptiva permite esclarecer los diagnósticos médicos y evaluar conjuntamente con nuestro equipo Psico-social el nivel de desarrollo y la evolución física y mental de los niños que se asignan. Es lo que nos proponemos en todos los casos, intentar una evaluación psico-física de los niños institucionalizados.  
 
Sabemos que niños carenciados, que han sufrido pérdidas tempranas, crecen con una serie de deficiencias que afectan a su desarrollo físico y psíquico. Los traumas tempranos generan un descontrol emocional. Nos encontramos con un psiquismo primario muy atacado por descargas desorganizantes.
 
En estos años hemos aprendido también que un mal comienzo de vida no indica necesariamente un destino funesto. A la capacidad humana de reponerse ante los golpes de la vida, el Profesor B. Cyrulnik la llama “resiliencia”. Los niños adoptados son un buen ejemplo de esta capacidad. La historia de muchas personas adoptadas adultas nos ha permitido comprobar que ha habido gente con infancias llenas de experiencias traumáticas, abandonos, pérdidas, traumas, trastornos por tanto de los vínculos, pero que pese a ello, lograron  desarrollar y conquistar una vida creativa y satisfactoria. Uno de ellos, es el propio Dr. Cyrulnik. Otros, Steve Jobs, Kenizé Mourad, Coco Chanel, el Presidente de la Corte Internacional de Justicia de Naciones Unidas, Dr. Brueguenthal. Todos ellos supieron transformar sus traumas en creación artística e intelectual, todos ellos tuvieron infancias marcadas por el dolor, las guerras, los abandonos o el maltrato. Por supuesto hay muchos más,  pero no son famosos.
 
Los estudios sobre la calidad del apego del bebé con la madre, que realizó el Dr. Bowlby, concluyeron que la calidad de ese apego incide en la maduración y crecimiento del bebé. Los traumas tempranos afectan al desarrollo físico y psíquico de un niño, por tanto, los trastornos en la llamada “díada madre-hijo” no favorecen el crecimiento ni la integración.
 
La tarea más importante del embarazo y el primer año de vida es la constitución de un vínculo de apego seguro que posibilite la comunicación emocional entre el niño y su madre o figura sustituta. Es también la tarea fundamental a desarrollar por las madres adoptivas. La comunicación visual, táctil, olfativa y auditiva genera fusiones empáticas y ello también ocurre con las madres adoptivas. La madre o la persona que cumple esa función es el amortiguador de las ansiedades primarias del bebé. También el cerebro se organiza en el contexto del vínculo con otro cerebro.
 
Estudios realizados por el Dr. B. Cyrulnik demostraron que las Tomografías de Cerebro realizadas a niños de 2 años adoptados en Rumania tenían diferencias muy importantes con los niños de esa edad criados en familias. En cambio, a los 5 años, luego de vivir tres con su familia adoptiva, esas diferencias habían disminuido o desaparecido. Es que la falta de estimulación, los pobres intercambios, no alientan a las conducciones neuronales que sí habían aumentado con la riqueza de los nuevos vínculos familiares.
 
 Si la madre no modula bien las ansiedades del bebé, éste se desorganiza, aumentando los niveles de cortisol. Estos niños viven entre la alarma y el pánico, ambos desorganizantes. Así llegan también los niños adoptados, supervivientes del abandono.
 
 Si en el embarazo predominaron las emociones positivas tales como la tranquilidad, la alegría, el bienestar… Transmitieron a su bebé en gestación las endorfinas. Éstas son necesarias para el inicio de una buena vinculación, imprescindibles y son las que deberán ofrecer los padres adoptivos.
 
Por tanto, cuando la figura materna o quien cumpla dicha función, marcha adecuadamente, provee al pequeño de estabilidad emocional y seguridad. Este sentimiento es necesario para que un bebé se anime a explorar tanto al medio como a sí mismo. Por esa falta imprescindible para el desarrollo de un bebé, es que los niños institucionalizados no crecen en las mismas condiciones, ni maduran al mismo tiempo, que los niños de la familia. La tarea reparatoria de los padres comienza con el inicio de la relación con su hijo adoptado.
 
Como no han tenido una figura materna estable, tampoco constituyeron la constancia de objeto (8º mes) La consecuencia es su aparente sociabilidad. En apariencia estos niños no manifiestan ansiedad ante la soledad y la pérdida, ni hacia los desconocidos. Se han dotado de una capa anestesiante para las emociones, que los defiende al tiempo que los deja fríos, sin palabras, ante el dolor psíquico. El establecimiento de relaciones sociales superficiales acompaña al primer tiempo en familia, en general hasta que empiezan a sentirse seguros de que esos padres son “para siempre”.
 
Por todo esto que venimos describiendo, es que los niños institucionalizados son en su mayoría excitables, inconstantes, ansiosos, demandantes, defendidos ante los afectos, inseguros, con retrasos regulatorios, explosivos, irritables y desbordados de ansiedad. Estos trastornos vinculares de diversa intensidad, van cediendo con relaciones estables en familia y las más graves con psicoterapias adecuadas.
 
Cuanto más importante ha sido la deprivación, más retracción narcisista en el niño (chupeteo, golpes en la cabeza, rocking, balanceo, tricotilomanía, etc.), apatía, retardo en el desarrollo, irritabilidad, descontrol de los impulsos, desborde de ansiedad, retraso en el lenguaje, incapacidad de juego, violencia, dificultades de aprendizaje.
 
Los niños que llegan en adopción han vivido sentimientos extremos que llevan inscriptos en su cuerpo, en su memoria inconsciente, en el “disco duro”, por decirlo metafóricamente, en recuerdos sin palabras ni memoria consciente. Forman parte de sus experiencias traumáticas tempranas que dejaron su marca. Los factores emocionales causan una serie de trastornos funcionales durante la primera infancia e inciden la maduración y en la salud.  
 
Por todas estas razones, nos parece fundamental no patologizar más a esta infancia carenciada, considerando por ejemplo que lo más importante y exclusivo de su vida pasó en su embarazo, dejando todos estos factores psicosociales de lado y olvidando también que la recuperación de ese niño está mediada por la forma en que la familia lo incluye y educa. Últimamente somos testigos de cómo se minimizan estos factores psicosociales y se hipertrofian las explicaciones neurobiológicas que no analizan las circunstancias personales y familiares de cada niño. El tan sonado diagnóstico de TDAH es un buen ejemplo de ello y su asociación con el SAF contribuye a dar una explicación reduccionista de la vida del niño. 
 
Comprobamos en la práctica diaria que a los niños adoptados, desde su llegada, se les cuelgan muchas veces diagnósticos-etiqueta, sin que se les dé tiempo a adaptarse, ni se entienda la desorganización que supone el ajustarse a un medio tan nuevo y diferente. También sabemos que en muchos diagnósticos psicológicos o médicos no se los escucha,  no se establece un tiempo para crear una relación de confianza con ellos, tampoco se atiende a su historia y ni siquiera a su momento actual y se da por descontado que los problemas que presentan son consecuencia de “condiciones neurobiológicas”. En ese marco teórico no se trabaja con los niños para que, a través del juego y la palabra, nos puedan “hablar” de su malestar, de sus temores a un nuevo abandono, al rechazo, de los sentimientos que experimentan cuando van creciendo y tratan de comprender el sentido de su vida y el porqué de su abandono y de su adopción y cómo sus padres los ayudan o no en ese recorrido…
 
Los trastornos por traumas tempranos se confunden a veces con otros cuadros psicopatológicos. Se medica antes de escuchar la palabra del niño y hacer hablar a su juego creativo y curativo para elaborar sus traumas tempranos. La medicación por sí misma, no sólo no los resuelve, sino que los cronifica.
Tratemos de entender la policausalidad de la enfermedad atendiendo a factores constitucionales, hereditarios y ambientales, incluyendo entre estos últimos, las experiencias traumáticas.
 
Hoy día, en que la biología queda a veces como verdad última y definitiva, se dejan de lado como irrelevantes otros modos de comprensión y conceptualización del problema que presentan los niños y su sentido. De este modo, se pierde lo más particular e íntimo de la experiencia única del sujeto que hace a la peculiaridad de su psiquismo.
 
No quisiera terminar este artículo sin señalar que muchas de estas carencias, de estos desajustes, de esta inmadurez emocional… se solucionan con la entrada en familia y el aporte de amor, dedicación y tolerancia a las dificultades de los pequeños que asumen éstas. Es por eso que la primera y más importante terapéutica para el desamparo es el cobijo de la familia. El segundo paso será entender el período de adaptación del hijo adoptado sin colgarle falsas etiquetas ni pretender normalizar apresuradamente, llevándolo por ejemplo enseguida a la escuela.
 
Saber desde su corazón que empieza a crecer para alguien. Es lo que inicia la cicatrización de las heridas y permite superar poco a poco el duelo por lo perdido, su único mundo hasta ese momento: sus cuidadoras, sus compañeritos, sus olores, su comida, su hábitat, su lengua, etc. Es el comienzo de su curación. Luego, en función de cómo evolucione, se procederá a atender a sus áreas más rezagadas con una asistencia profesional especializada, para ir gradualmente resolviéndolas.
El impacto del trauma temprano en lo físico es lo primero que el niño recupera.
 
Por lo tanto, en todo estudio sobre las características de los niños adoptados debieran analizarse algunas cuestiones medulares a su identidad que dependen de los padres y de su capacidad de funcionar con competencias parentales adecuadas.
 
Muchas veces los niños adoptados repiten patrones negativos aprendidos otrora que ya no son acordes con el nuevo modelo familiar, pero que fueron incorporados por ellos en su momento y ahora son disfuncionales. También es frecuente que se sientan responsable s (los pequeños) de haber sido separados de su familia de origen, abandonados y que, en lugar de superarlo se dediquen a castigarse y/o castigar a sus padres en un modo repetitivo y desgarrante (por sentimientos inconscientes de culpa).
 
Los traumas de su historia vital los irán resolviendo si fuera necesario en el marco de una psicoterapia pero las trampas inconscientes a las que someten a su actual familia y las respuestas de ésta, reproducirán conflictos ad infinitum si los padres adoptivos no entienden las razones de lo que allí está ocurriendo y se enzarzan en discusiones y/o peleas constantes perdiendo el control unos y otros.
 
Analizaremos ahora algunas competencias parentales que son necesarias:
 
- El papel de la familia es fundamental como reparador de los menores. La estabilidad familiar genera seguridad y tranquilidad emocional. La vinculación familiar, la creación de confianza, el establecimiento de normas y límites claros son factores imprescindibles para una buena integración de los hijos adoptivos. Las disfunciones vinculares de los niños que han padecido deprivación afectiva se transforman con el establecimiento de  roles claros y diferenciados de cada uno de los miembros de la familia. Cuidarlos, darles cariño, evitar la victimización y la sobreprotección. Ser tolerantes con sus dificultades y confiar en su resolución progresiva.
 
- La elaboración del duelo por la no concepción de ese niño que ha tenido otros padres biológicos, es una condición previa necesaria y anterior a la llegada del hijo adoptivo porque redundará en la capacidad parental de afrontar su historia de vida anterior a la adopción. Desde su propio dolor los padres  podrán acompañar y entender el dolor y los sentimientos encontrados de los hijos. Este duelo de los padres se sabe si ha sido superado après coup, es decir a posteriori, por la capacidad de aceptar la historia previa del hijo.
Respeto por el origen del hijo. - Mantener su nombre original como signo de su aceptación y respeto por su historia.  El nombre es prácticamente lo único que trae del país de origen, además de sus vivencias y recuerdos. Es parte fundamental de su identidad.
- Acompañar a los hijos en el tema de la elaboración de la historia de vida. Es imprescindible realizar este trabajo, sin él no pueden los hijos procesar adecuadamente su adopción.
- La escolarización del menor adoptado. Esta es una cuestión especial, fundamental con los padres adoptivos por su papel fundamental en la prevención de futuros problemas, tanto a nivel de rendimiento académico, como de desempeño social. La escolarización próxima a la llegada del niño a la familia es un factor de riesgo de fracaso en la integración familiar.
 
- En suma: la adopción subjetiva de un menor es un proceso mutuo de acoplamiento padres-hijo y las dificultades que surgen pueden deberse tanto a las características del niño, como a las dificultades parentales para entender y superar los desafíos que implican la reparación de un niño dañado por traumas tempranos.
En definitiva, nuestro objetivo principal es transmitir a los padres la idea de que una adopción exitosa es aquella donde hijos y padres pueden hablar abiertamente sobre muchos temas que hacen a una resignificación e integración de su historia. No se pueden dejar fuera los primeros años de su vida y su sentimiento de ser diferente o su creencia negativa sobre si mismo, suponiendo que hizo algo malo y por ello lo han abandonado sus padres de nacimiento. Tampoco hay que pensar que todo lo que  ocurre en la vida de un niño adoptado, tiene que ver con su condición particular de entrada en la familia.
El hecho de que tantos niños adoptados hayan crecido bien en familia y presenten un buen ajuste personal, nos indica que un buen número de familias adoptantes han entendido la implicación personal de ellos en la recuperación de sus hijos y los han aceptado con sus logros y dificultades, como lo hace cualquier padre responsable y comprometido.
 
Beatriz Salzberg
Psicóloga especialista en clínica/Psicoanalista
Directora del Área Psicosocial de Créixer Junts
Barcelona, 2 de junio de 2015